No es Cualquier Cosa

El Masaje Thai durará una hora, a lomos de un futón elevado a unos escasos diez centímetros, sobre un piso de madera o un tatami. Prácticamente un masaje a ras de suelo, muy lejos de las vertiginosas -y confortables- alturas que proporciona la camilla tradicional tailandesa. Sesenta minutos durante los cuales nuestra masajista repta, se contorsiona y presiona en su justa medida y con distintas partes de su anatomía sobre el cuerpo de un cliente que yace relajado y se deja hacer, completamente ajeno a toda la cinética demoledora puesta al servicio de esa “flotabilidad feliz” que experimentará al cabo de la Sesión QiSen, mientras camina por la calle Telegrafistas rumbo a sus quehaceres.

En esta Redacción imaginamos -y queremos que imaginen ustedes- este tipo de masajes desde la perspectiva de nuestra masajista. Imaginen el Masaje Thai como un híbrido de pista americana, lucha grecorromana, combate en suelo UFC y baile contemporáneo en la que el adversario -es decir, usted- se halla permanente y plácidamente sometido, a sabiendas de que tiene la pelea ganada.

Imaginen que, a menudo, la masajista ha de afrontar al menos dos combates diarios en esas condiciones.

Imaginen la excelente condición física en la que se ha de hallar nuestra masajista. Esos juegos de mancuernas, gomas y esterillas ordenadas junto a una de las paredes del salón de masaje no son producto de la casualidad ni del capricho estético: en la trastienda del Masaje Thai hay trabajo duro, sistemático; hay entrenamiento de fuerza, hay Yoga y estiramientos a deshoras, hay musculatura congestionada. Y aunque parezca raro, a veces, nuestra masajista también necesita un masajista.

Desde esta redacción queremos hacerles partícipes de la admiración y respecto que nos merece Diana y el orgullo que sentimos por formar parte del Proyecto QiSen. Hasta la próxima.

Un comentario

  1. Mi visita a QiSen para un masaje tailandés ha sido una experiencia extraordinaria. Me ha atendido Diana, en un gabinete limpio y diáfano, con un trato muy agradable, amable y cordial. Ya había visto su foto donde aparece sentada en Flor de Loto, con una sonrisa sincera que irradia un aura de simpatía. Cuando por fin la he conocido en persona, el encuentro ha ido mucho más allá de mis expectativas.

    Diana es una mujer con un profundo conocimiento del masaje tradicional tailandés.
    He recibido ese masaje en tatami, me he sentido muy cómodo y ella ha hecho todo lo posible para aumentar mi bienestar. La música está muy bien escogida para crear un ambiente de relajación, serenidad y tranquilidad.

    Diana ha utilizado sus manos, pies, brazos, piernas, muñecas, codos y rodillas, como experta conocedora del arte milenario del masaje tailandés, para recorrer mi piel de pies a cabeza y llevarme a una sensación indescriptible de paz interior.

    ¡Muchas gracias, Diana!

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