… no es del todo así, pero… sí: la verdad por delante, aunque duela. A veces, entráis por la puerta de QiSen con un hombro lastimado o la cadera suplicando clemencia o la espalda baja (un clásico) en alerta roja. Y tras una buena sesión de presiones y estiramientos aplicados en esta o en aquella zona del cuerpo, en vuestras líneas energéticas, abandonarás QiSen en un aparente estado de ingravidez, de relajación, de bienestar… ¡Por supuesto, acabas de salir del taller! Tu cuerpo inflamado necesitaba una tregua. Sin embargo, y lamentablemente, solo es una tregua. No vamos a ser agoreros, pero muchas veces la guerra continua librándose desde las trincheras de tu estómago, que resulta ser la primera línea de fuego. Piensa en QiSen como un hospital de campaña, un refugio temporal antes de regresar al frente… Lo cierto es que prestamos ninguna -o muy escasa- atención a lo que comemos y cuando abrimos la nevera no somos conscientes de las atrocidades alimentarias que hemos perpetrado la tarde anterior en el supermercado, porque ya forman parte de nuestro estilo de vida. No es nuestra misión aquí, ni tampoco pretendemos sentar cátedra en cuanto a las propiedades inflamatorias de muchas de las cosas que nos apretamos alegremente entre pecho y espalda, y que arrasan una y otra vez nuestra micorobiota intestinal; os animamos a echar un vistazo (con o sin Chat GPT, pero echad un vistazo, por favor…) y que son culpables en gran medida de todas esas inflamaciones articulares que os traen hasta aquí, hasta el taller. Y en QiSen queremos que vuelvas, pero no a cualquier precio, y por eso consideramos un deber arrojar piedras sobre nuestro propio tejado, como reza el encabezamiento de esta entrada. En definitiva, queremos que cuando nos visites no sea por culpa, por ejemplo, de todo ese arsenal químico atrapado bajo las letras minúsculas que nunca nos molestamos en leer. Dedícale cinco minutos a la microbiota; en Internet encontrarás información para todos los gustos y colores. Cuídate.
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